El perdón no prescribe, acumula
gastos de gestión, juicios de por vida
para sacar el mayor rédito.
Quejas proporcionales a los años
suman un interés de permanencia.
Facturas, con referencia "lo que hacen
por nosotros", reclaman el cobro de las deudas
que se anotan a fuego en la memoria.
Hoy me pienso olvidar de todo cuanto debo:
padecer una amnesia invalidante
como pensión de renta vitalicia.