Se
precipita el aire calle abajo
anegando a su paso lo que
alcanza:los días aún tibios de luz, la luna
nueva tras los cuartos menguantes.
Como enseres inservibles se desatan
sin que pueda contenerse la fuerzaque desboca la riada
y se abren cicatrices como surcos
que empiezan a mostrar por las costuras
la capa, apenas pliegue, cercenada.
Arrastra
la tormenta, como
un perro su presa,
el
eco perceptible después de la batalla mientras quebrados troncos,
ya sin ramas,
a duras penas flotan en sus aguas.
¡Árbol
sin rama,
tanto
tiempo esperando tu espesurapara ahora ser talada!.