viernes, 7 de diciembre de 2012

Nube negra



Como mancha de alquitrán que todo lo cubriera
quiso una nube negra que el día se embarrara
aplastando con su mano de hierro
el precario equilibrio que tienen las jornadas.


Da igual si hoy es nube, mañana sol templado,
o pasado, o después, un viento cálido:
serán otras razones las que,
como oscuros designios, con férrea fidelidad
nos acompañen.


¡Tan vano es el esfuerzo de medir
cuando las soledades se cubren de amenazas!.


Amenaza del tiempo
que hoy extiende su capa, negra como su ala,
y estrangula sin tregua
la energía silente que nos merma
como un virus que todo lo propaga.

 
Ahora que el trueno ya ha pasado
y su rastro destempla mi garganta
ahora solo queda olvidar
y volver al lugar donde alguna vez
vivieron dulcemente los quebrantos.


miércoles, 7 de noviembre de 2012

Traca final




 
Tengo hoy un corazón enredado entre zarzas,
sanguijuelas libando la sustancia
de un aliento dulzón que no enmascara
el ácido sabor de la tristeza.
 
Son espinosas sus calles de arabescos
subterfugio de oscuras avenidas
donde la principal ya no se encuentra.
 
Tengo hoy un corazón quebrado
y  entre tanta desolación tan solo queda
apurar, con rigor, el  dolor del engaño,
matar, sin piedad, el gusano de insidia,
prender, de una vez, la mecha que nos  dejan
y esperar que arda, al fin, la traca de la fiesta.
 
 

lunes, 15 de octubre de 2012

Carmina Casala



No me resisto a compartir este poema de Carmina Casala -donde sus palabras resucitan- de su extraordinario libro "Ahora que las Algas Agonizan" (Instituto Hispano-Árabe de Cultura).



XI

Sois como barca en la tormenta.
Pájaros sin nombre, sin destino,
despojados de suerte,
los trístisimos, los deshabitados
del mundo, los negados,
los que tenéis una verdad a medias,
los números impares.

Lleváis algo de piedra
en vuestras alas,
perdidos los entornos,
los puntos concretos de partida.
Los livianos como sueños,
anclas sin vela,
templos sin historia.

Vosotros, los curiosos como niños,
los que prestáis la carne y la esperanza,
los que no conocéis la condición de dioses:
venid a rescatarme,
a llenarme de infancia las paredes,
sobrevolad el techo de mi cuarto,
guardadme las dos, las ocho,
todas las aristas de mi muerte.

Vosotros, los descalificados,
los ineptos,
los que no revalidásteis la cordura,
sois la alianza de mis huesos
y aun ignoro
por qué dejásteis vuestro nido.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Tormenta



Se precipita el aire calle abajo
anegando a su paso lo que alcanza:
los días aún tibios de luz, la luna
nueva tras los cuartos menguantes.
 
Como enseres inservibles se desatan
sin que pueda contenerse la fuerza
que desboca la riada
y se abren cicatrices como surcos
que empiezan a mostrar por las costuras
la capa, apenas pliegue, cercenada.
 
Arrastra la tormenta, como un perro su presa,
el eco perceptible después de la batalla
mientras quebrados troncos,
ya sin ramas,
a duras  penas flotan en sus aguas.


¡Árbol sin rama,
tanto tiempo esperando tu espesura
para ahora ser talada!.


martes, 19 de junio de 2012

Poema de Elvira Daudet

Con este magistral poema de Elvira, y debido al retiro del verano, os deseo a todos unas magníficas vacaciones.

 
EL PRÍNCIPE POETA

 

      Te he pesado, poeta,
         y te he encontrado escaso de peso.
         Saint John Perse




 

Coronado de claridad sonora,
delgado y de marfil –como si nunca el viento
hubiera acariciado su rostro de camelia-,
llegó a la ceremonia con la altivez
del príncipe heredero reducido
a la escasez de un trono miserable.

 
La gracia concedida, la belleza
-que llevará consigo hasta el último aliento-,
le hacía propietario del manantial celeste
donde nace la luz aún balbuciente,
del botín de brillantes que cuelga de la noche,
del mar y su jauría de fieras y de mitos.
Más no era suficiente para calmar su fiebre:
quería los laureles del César en las sienes.

 
El orden de la cima es escarpado,
sus peldaños pulidos por el hielo
hacen la ascensión lenta, accidentada.
Los dioses que caminan contra el viento
saben que necesitan el favor de los hombres
para encontrar la gloria, esa burbuja aislante,
prenatal, y flotar seguros en su líquido,
fermento incubador de bienestar y fuerza.

 
Los poetas, como santos en trance de extinción,
corren de mano en mano, dentro de su capilla,
visitando el hogar de las beatas
para obtener las preces que les salven el rango,
el premio de prestigio –aún no conseguido
porque estaba Caín en el jurado-,
la dulzura de entrar en la Academia,
ser inmortal, vencer a las cenizas.

 
Poseía el secreto de recrear la esencia
que transforma y enciende como estrellas las piedras,
de arder como una llama en la carne radiante
y sacarle al amor chispas eternas.
Era, es todavía, un buen poeta,
aunque su imagen no le haga justicia
-feroz lección del tiempo que convierte
en ranas a los príncipes soberbios-,
que cincela hábilmente las palabras,
las mastica y tortura hasta que brota
el rubí prodigioso de su sangre.

 
Y sin embargo el hombre, que oculta tras los signos
como un íntimo saurio hollando los rosales,
nunca tuvo el peso de un gran sueño
ni escuchó los gemidos de otros hombres
cuando el alba se acerca tinta en sangre.
Cerrados los oídos al dolor, él soñaba
con su nombre salvado, abriendo los diarios.

 

 
Elvira Daudet
(de su libro Laberinto Carnal)

 

 

 

 

domingo, 22 de abril de 2012

Platero




Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva  huesos.  Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro
 (J.R.Jiménez)


(A Manuel Alexandre)


La certeza era oscura
igual que los ojos azabache de Platero
y tu voz se quebraba al recordarlos
como dos escarabajos negros.

Desde la ventana del Sanatorio
del Rosario de la doscientos diez
el malva de las flores del jardín
anunciaba inequívoco un luto
anticipado aquellos días.

Eras un  viejo niño que inconsciente volvía
a sentarse en la acera del rastro
ahuyentado la tristeza y el miedo
con un palo en las manos
que trazaba figuras en el suelo.


Y así, desde tan lejos,
volviste alguna  vez a sonreírnos
pero ya para  entonces sin regreso.




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viernes, 6 de abril de 2012

Tiempo de Arena





Hoy tu paso es más torpe
y encorvado; mides la distancia
cada vez más pequeña hasta llegar al banco
resistiéndote a aceptar la muleta
y el apoyo del brazo.

El tiempo viene de pronto a mostrar
su resultado y aunque no lo parezca
-y solo sea un consuelo del azar ignorarlo-
con la misma frecuencia se desliza
la arena en nuestras manos cuando
sobrados de confianza le retamos.

Hoy te veo entrar en el portal
más vencida y entregada, mientras
arranco el coche negándome
a entender esta ley de vida
que viene sin pan debajo del brazo
ni un breve manual donde engañarnos.


jueves, 8 de marzo de 2012

Insistencia inútil



 "Mi poesía, aunque no sea moderna, es el último grito
desvencijado, roto,
cuerda vocal desafinada,
estridencia salvaje,
desentonado aullido,
vociferante letra"
(Afonía - Luis Miguel Rodrigo)


Renegar del exceso de equipaje
cuando ciertos transbordos
nos hacen perder pulso
o salir de la fila que va marcando el paso
es, a estas alturas, un acto inútil.


Por más que a veces lo olvidemos
igual que el río sigue la corriente
del curso ya trazado, así, de nada sirve,
volver la cabeza hacia otro lado
o ignorar el bordado enjambre
que la piel adquiere con los años.


Tal vez por eso las palomas
vienen hoy a buscar
esa rama de olivo oculta en la solapa
de aquel abrigo viejo y desgastado
que, a pesar de tantas temporadas,
nunca nos atrevimos a tirarlo.


sábado, 11 de febrero de 2012

Geografía

Claro Oscuro (A. Tapies)



En el mapa original de nuestra geografía
se va difuminando sin que nos demos cuenta
el nítido espesor de su textura.

Apenas quedan restos de ceniza
de aquellas incendiadas estaciones
que un pirómano viento ha sofocado.

A pesar de conjurar a esa lluvia
de abril que convocamos
se han secado los campos de palabras
que al principio en la boca nos quemaban.

Hoy el musgo nos cubre de invierno la mirada
como si no fuera posible, alguna vez, volver
a reavivar de los rescoldos
ese fuego voraz de nuestra lengua
que amenaza con extinguirse entre las llamas.